La gimnasia comienza su etapa de declive en el año 393 de
nuestra era, cuando el emperador romano Teodosio I prohibió los Juegos
Olímpicos por considerar que se habían visto impregnados de una creciente
inmoralidad. Sin embargo, fue durante la Edad Media cuando se detuvo la
evolución de la disciplina por completo; se estima que el hecho de que los
gimnastas realizaran sus exhibiciones desnudos generó en los
cristianos la creencia de que era un culto Satánico y por esta razón dejó de
practicarse.
Hacia el año 1700 Europa atravesaba por una época de cambios
de paradigmas que generó diversas crisis como la que surgía de la convivencia
de una educación clásica con los ideales románicos que comenzaron a adquirir
relevancia en la población. Ante esta situación, los escritores más importantes
de la época comenzaron a reconocer el provecho físico y espiritual de la
actividad gimnástica abriendo la posibilidad a la recuperación de su prestigio.
Rousseau muestra a través de sus obras que la humanidad debe
encontrarse a si misma por medio de un cambio en la educación y la forma de
vida, que estaban corrompidas, para poder pensar en un futuro apremiante.
Surgen así educadores físicos que centralizan la atención en la juventud; en
Alemania, Ludwiy Jahn crea su escuela de gimnasia orientándola hacia fines
militares y en Suecia surge Ling, que funda la llamada gimnasia sueca, resaltando
la emoción del arte, la estética y la perfección como principios básicos que
debían regir las exhibiciones gimnásticas.
De esta forma, luego del desprestigio que padeció en la Edad
Media, la gimnasia pudo adquirir importancia desde su rol en la educación de
los jóvenes y comienza a desarrollarse como método para un desarrollo integral
de la persona, sin imaginar aun, que un siglo después dirá presente
en el primer Juego Olímpico Moderno.
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